NINGUN EXITO, JUSTIFICA EL FRACASO FAMILIAR
Jeremías 31:3 Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.
Un hombre de negocios contó una experiencia de su vida a un grupo de amigos y le dijo: Durante años de mi trabajo conocí grandes ejecutivos que duraron muchos años trabajando día y noche por esa compañía.
Uno de ellos fue el vicepresidente del área administrativa, quien era mi jefe, hombre incansable en su trabajo, entregado a la empresa, fiel a su jefe. Pero un buen día y después de quince años de trabajo, la presidencia de la compañía lo despidió sin ninguna compasión.
En el discurso de su despedida y con lagrimas en los ojos nos dijo: “me entregué a esta empresa, le di mi vida, le ahorre mucho dinero, y ahora me despiden. De todo esto, lo que más lamento es que vi crecer a mis hijos sin su papá. Yo estaba demasiado ocupado en mi trabajo, no tenía tiempo para ellos. No pude compartir con ellos su niñez, sus juegos, sus risas, la montada en bicicleta, salir al parque con ellos y con mi esposa, estuve ausente en sus vidas, lamento tanto eso, ya no puedo devolver el tiempo, cómo quisiera retrocederlo, cómo me pesa no haber aprovechado la vida con mi familia.
Hemos cometido el error de no decirle a nuestros hijos, conyugue, padres, hermanos tantas cosas por estar tan ocupado, de no compartir reuniones familiares, no darnos el tiempo de platicar con ellos, no decirles cuanto las amamos.
Las empresas son importantes, el trabajo lo es, pero lo verdaderamente valioso está en casa después de trabajar: “la familia”. No se olviden de quien tienen al lado, porque no saben lo que va a pasar mañana.
“Ningún éxito en la vida, justifica el fracaso en la familia” Si tú tienes un cálido hogar, piensa que al igual que yo, eres una persona bendecida.
Oremos: Padre, enséñame a amar con amor eterno a mis hijos, a mi esposa, a mis padres, mis hermanos, y a decirles cuanto les amamos, así como tú me dices que me amas, Amén.
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