¿ACASO HAY PARA DIOS ALGO QUE SEA DIFÍCIL?

Deuteronomio 10:19 Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto

¿Acaso hay para Dios algo que sea difícil?

Era lunes 30 de abril de 2012, cuando llevaban a Miguel al autobús que lo llevaría al aeropuerto para ser deportado de los Estados Unidos a su país. El estaba dejando a su esposa y sus tres hijos. Habíamos estado orando por Miguel desde el momento en que la policía lo detuvo por no tener licencia para conducir y después de dos meses decidieron deportarlo. La abogada que tenia no pudo detener la deportación.

Nosotros continuábamos orando y creyendo en que Dios podía hacer cualquier cosa y ver un milagro en la vida de Miguel. Ese lunes en la mañana hablé con su esposa y le dije: crea en el Señor hasta el último segundo y después de este, no desmaye en la fe, Dios lo puede bajar del mismo avión, si así él lo quiere.

El lunes 30 de abril de 2012, en la tarde me llama la esposa de Miguel y me dice: pastor, bajaron a Miguel del avión, no lo deportaron. Ella lloraba, reía, daba gritos de gozo, y yo también, dábamos gracias al Señor de ver su mano de amor sobre Miguel.

En el momento en que todas las personas estaban subiendo al avión para regresar a su pais, uno de los señores de inmigración le dice a Miguel: usted, devuélvase, me acaba de llegar un mensaje, que usted tiene que regresar. Miguel regresa solo en el autobús y llama a su esposa para contarle la gran noticia, la misma abogada no lo creía, le parecía algo imposible, pero así actúa Dios.

Hoy en día están deportando a miles de personas de los Estados Unidos a sus países de origen, y muchos de esas personas están dejando hijos que nacieron aquí. Es doloroso ver niños o jóvenes americanos de familias extranjeras que nacieron aquí, llorando porque les deportan a sus padres y se quedan viviendo en muchos casos con algún familiar o amigo.

La Palabra de Dios dice en Levítico 19:33-34 »No opriman a los extranjeros que habiten entre ustedes. Trátenlos como si fueran sus compatriotas, y ámenlos como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor su Dios.

Seguiremos orando y creyendo a nuestro Dios, hasta ver libre a nuestro hermano Miguel, y para que esta nación avance en hacer una ley que ayude a millones de inmigrantes que necesitan estar legales en este país.

¿Acaso hay para Dios algo que sea difícil?